Ha mejorado mucho el lisio mental de la impaciencia, lo que ha sido un logro paradójico de la Pandemia.  Ahora resulta que, luego del primer arrasamiento del Covid-19, estamos recibiendo noticias de que vuelve en su variante Flirt, que lo anticipa, pero el ánimo público parece estar mejor preparado para encararlo. Según las informaciones, el ataque ya es grave.

Sin embargo, no se nota ninguna angustia especial, pese a que ese Flirt, que en español significa coqueteo, está como ensayando un regreso del azote; algo que pudiéramos decir que no nos aterrorizará nuevamente.  Es más, pienso que la pasada prueba electoral fue una muestra de templanza ciudadana que nunca habíamos tenido. Buena experiencia de sosiego.

El pueblo aguardó, aparentemente desentendido, las hendijas de las urnas para decirle al liderato político, en su voz más llana y sencilla, “que ya la pava no pone donde ponía”.  Amonestó severamente el engreimiento todopoderoso de aquel hombre que se atrevió a plantearle “que venía a cobrarle su deuda por haberle dado el mejor gobierno de su historia”.  Ahora se sabe cómo le pagó el pueblo, con un desprecio muy significativo de sus penosas exigencias y premoniciones.

Había recibido el pueblo tal desafío, pese a la mar de procesos criminales muy graves, pendientes de ser conocidos a fondo, de los cuales, siendo el personaje el centro de gravedad, no ha sido ni siquiera interrogado; no así sus amiguetes, medio gabinete y familiares muy cercanos, que están todos bajo grilletes, esperando los eventos tremendos de esos juicios criminales por celebrarse.

Un caso único, innegablemente, en nuestra historia: El pueblo controló sus presentimientos hasta la cautela y esperó a la soberbia política en la bajadita para ajustar cuentas.

Era una especie de desafío audaz a su tolerancia pretendiendo hacerle deudor de favores, cuando había sido víctima de vejámenes, de ultrajes, en su seguridad y confianza, mediante políticas perniciosas que condujeron a una entrega parcial y paulatina de sus valores superiores más inmanentes.  Asimismo, el político arrogante le retaba al olvido del saqueo de fondos públicos, del cual lo hicieran víctima sus oscuros desaciertos.

El asunto ha llegado tan lejos que con el pronóstico mismo que hiciera aquella potencia política aparente, se le está respondiendo con preguntas como éstas:  ¿Quién va a desaparecer?  ¿Quién cobra y quién debe?

Como se nota, esta encrucijada no es anecdótica, sino un episodio muy serio, en el cual el desdén del pueblo se expresó en la forma más insigne de su voz, la de las urnas, a fin de que no quedara duda alguna de su resentimiento ante la deserción vergonzosa de tantos hijos de esta tierra, en los cuales creyera en algún momento.

Por otra parte, también hubo lecciones interesantes destinadas al regaño fuerte a los maniobreros secundarios metidos a políticos expertos, capaces de crear el espejismo de los dos millones de inscritos en el seguimiento a un líder, hasta ese momento invicto en todas las contiendas.

Maniobraron, por lo bajo, para crear la imagen de un supuesto Rescate,que era más bien un naufragio de principios, y con ello contuvieron el fluir espontáneo del crecimiento de la naciente fuerza política del pueblo, echando a perder muchos de los merecimientos de aquel líder que tantos triunfos alcanzara precedentemente.

Es un momento, el actual, que a mí me lleva a reflexiones que me remueven sentimientos de otros tiempos.  Estuve muy consciente de que podrían ocurrir cosas lamentables y, para tranquilidad de mi espíritu, me opuse a todo trato bajuno entre fuerzas políticas que por razones éticas de primer orden no podían coincidir y pactar para  el escándalo, pues esa había sido la razón de la aparición de una y de la degradación de la otra.

Señalé oportunamente, mediante consejos pertinentes, el peligro de emboscadas y de trampas que podrían engendrar giros maniobreros de tal calaña.  El pueblo estuvo atento a la inseriedad de ese descalabro y cuando se quiso hacer una exhibición de la “rara alianza”, fue obvia la decepción, que no sólo sirvió para las lecciones de las cuales trato, sino también para que surgiera una especie de fantasma alevoso con el hecho preocupante de un aumento de la abstención electoral.  Es decir, cabe preguntar: ¿Cuántas decenas de miles de esos que decidieron no votar abominaron aquellas ocurrencias? ¿Y cuántos más podrían venir hacia futuro, si no se hacen enmiendas verdaderas en los hábitos de inconductas?

El líder, reducido ya, no hay duda alguna, creyó vanamente en la posibilidad de que fuera sana la experiencia del falso reencuentro.  A mi entender, fue su desgracia la de apenas alcanzar cerca de un 30%, aunque ha quedado como cabeza de oposición, mientras su adversario por antonomasia quedó convertido en un desecho escorioso del quehacer político nacional.

Desde luego, nosotros, como partido y familia,  resultábamos  impropios e indeseables para estar presentes en aquellas acrobacias turbias; se nos consideró “estorbos de una derecha recalcitrante”, que no tenía, ni siquiera el mérito de haberle alfombrado el camino a todos hacia el poder por primera vez, montados a grupas de aquel Frente Patriótico que se lograra casi por milagro entre dos adversarios de leyenda; quien escribe fue decisivo para provocar el reencuentro de esos dos hombres fundamentales de la historia nuestra que levantaron en triunfo las manos del joven líder que emergía, lleno de ideas sanas de progreso.

Fuimos vitales para la hazaña, pero sentíamos cómo los conmilitones y amiguetes de siempre, con innegable hipocresía, ocultaban su parecer de que éramos un estorbo, una molestia.  Así, entre otras vilezas, ésta contribuyó, de algún modo, no sólo a la separación de la alianza de siempre, sino a que el líder quedara inerme y muy enredable en desaciertos tan inmerecidos. 

Pero, todo eso es pasado y está muy de moda despreciar a éste.  Medito, no obstante, acerca de los resultados del presente de las recién pasadas elecciones.

Me he sentido más admirado que nunca de lo que es en realidad el pueblo nuestro.  La experiencia resulta agradable porque me lleva a admitir su alto sentido colectivo de cuanto ha venido ocurriendo.  Sorprendente para aquellos, ciertamente, que han estado muy convencidos de que este pueblo “no sabe agradecer favores ni guardar rencores”; ésta que ha sido una de las frases preferidas para despreciarlo por la traición nacional que la asumiera como tabla de salvación de todo su repudio.

Nuestro canto nacional dice: “Ningún pueblo ser libre merece/ si es esclavo, indolente y servil”.  La traición trabajó siempre para abrogar tal determinación de un pueblo en gloria y se empeñó en sostener que esa era “una de las boberías” del canto a la Patria, “algo de un pasado imaginario, falsamente creado por élites necias”, ajenas a la realidad miserable de lo que, a su decir, hemos sido como pueblo, enredado en desórdenes, discordias internas incesantes, o tiranías oprobiosas.

No nos han reconocido hidalguía, ni siquiera en la Restauración de su Independencia, cuando se rebelaran sus esencias populares frente a la legendaria grandeza de España; ningún reconocimiento para los millares de héroes y mártires que se han inmolado en sus luchas por la libertad; nada, sólo una “masa invertebrada”, incapaz de “volver a la guerra a morir”, según el canto común de todos reza.

Esta coyuntura electoral es el desmentido más terminante e insigne de todas esas infamias; y se ha logrado, no por los fusiles y las desgracias de la muerte, sino en las urnas, en medio de una paz admirable.

La actitud del pueblo no fue un brote ocasional desprendido de maniobras sórdidas de una política decadente. No. Esa determinación del pueblo por hacer sentir su voluntad se vio claramente desde el año ´19, cuando se pretendiera prolongar un gobierno por los agresivos medios de estuprar nuevamente la Constitución para favorecer las pretensiones de quienes desde el poder se disociaban de su realidad, bajo la magia de un taumaturgo de imágenes oriundo de Brasil, que les convenciera de que eran la expresión más alta y eficaz de gobierno en toda la historia.

Se lo creyeron absolutamente e intentaron perpetuarse en una versión de satrapía moderna, a imagen y semejanza de lo que se ve en la Región en las tragedias políticas de Nicaragua y Venezuela.

El pueblo nuestro les increpó: “No, por ahí no es” y Luis Abinader vino a resultar una especie de heraldo en aquellas peligrosas circunstancias en que expusieran al pueblo.

Sin embargo, no todo terminaría con aquel pesado manotazo del pueblo al desquiciamiento ambicioso de aquella cúpula del mando enajenada entre sus riquezas, que aún no se conocían, y sus pecados frente a la conservación de nuestra soberanía.  El saqueo, con su escándalo mayor como corrupción pública entre nosotros, hizo acto de presencia y su alud de pruebas acusatorias demolerían tal cúpula para siempre. 

El pueblo aprecio que se despejarían los caminos de un nuevo quehacer político prometedor de cambios drásticos; redujo su altivez y lució mansamente resignado como para dar un singular apoyo al manejo de las crisis, derivadas del espanto de la Pandemia, y el gobierno hizo bien en acentuar la separación del Ministerio Público haciéndola más creíble por la idoneidad reconocida de sus nuevos titulares mayores.

En fin, llegó todo a parecer que serían esclarecidos los hechos y sancionados sus responsables. Pero no.  Al sobrevenir tal tsunami también supo aparecer la impresionante soberbia de los desalojados del poder, llegando al colmo de proclamar que regresaban, según explico anteriormente, para cobrarle al pueblo sus servicios, porque habían sido los mejores históricamente; que el pueblo le debía gratitud por los mismos, según expresaban los labios enardecidos del expresidente, cabeza de la trágica aventura del poder que se negaba a desaparecer.

Lo que ocurrió dentro de las filas de ese importante partido político, hijo del sueño de un esclarecido Prócer de la República, Juan Bosch, es muy difícil de relatar porque fueron muchas y sucias las maniobras de supervivencia las que se realizaran para engañar a la pujante Fuerza del Pueblo, cuyo crecimiento amenazaba con dejar  vacía la antigua casa.

Así parece que estamos en una coyuntura auspiciosa, muy conveniente para enderezar rumbos sinceramente; en mi anterior entrega de “Al día siguiente” me propuse sugerir la Unidad Nacional como la tarea nuestra más delicada y apremiante.  He visto, no sin alegría, que Luis Abinader ha invitado a sus dos adversarios vencidos, mediante visitas respectivas, a una reunión y al momento en que escribo no tengo noticias de sus temas; pero alienta mucho saber que ese paso pueda ser uno más por la concordia, que ya había comenzado a aparecer con el bello gesto de la admisión de su victoria y las felicitaciones correspondientes.

Pero hay que estar alerta, porque son muchos y peligrosos los intereses contrarios a la suerte nacional, que están pendientes de seguir malogrando nuestros mejores esfuerzos.  Por eso insisto en que especialmente Luis Abinader y Leonel Fernández son dos hombres claves para evitar un nuevo naufragio de la esperanza de nuestra seguridad y nuestra independencia.  Sé bien que trato de inflexiones trascendentales en los esfuerzos, por lo que no es concebible darle paso a los manidos desaciertos del quehacer político nuestro, puesto a prueba por el propio pueblo, tanto el que se animara a votar, como la franja esa tan preocupante del aumento de la abstención electoral.

Ambos están emplazados y tienen el deber de comportarse como guías apropiados, valerosos, profundamente nacionales.

Esto último lo expongo porque sé bien que se está maniobrando para revestir el caos del “territorio” vecino con un ropaje democrático imaginario, pues, la llegada de los ejércitos africanos indica claramente algo que se resume en una expresión muy simple: Obama pensando y Kenia presente.

Ello significa que vendrán las maniobras para dulcificar cuanto ha ocurrido y deberá de seguir ocurriendo, porque parten de una premisa falaz, la de que en Haití hay, tanto en el sector político, como empresarial, el material humano para empeñarse seriamente en una reconducción del caos hacia la paz democrática. 

Y lo digo porque desde hace mucho tiempo he sostenido que así como en el mandato de ONU que originara la intervención de la Minustah, no figuró nunca la realidad del poder contralor del Narco sobre aquella población, teniendo el deber de hacerlo ONU, que fue la autora de su famosa y perpetua Resolución Única, que declaraba al Narcotráfico “Crimen de Lesa Humanidad” desde el año ´61 del pasado siglo, ahora es peor, porque la Resolución de Estados Voluntarios, que ha dado estribo a la última intervención en curso, la configuraron como una especie de Legión Extranjera ajena a la ONU que la pariera en su Consejo de Seguridad.

Se sigue ocultando el hecho de que el Narcotráfico mundial, no Regional, tiene el control exacto y verdadero de esa infortunada población, tanto en su economía, como en todas las derivaciones de una política caótica, que terminara por montar allí un escenario para el pandillerismo criminal dominante.

Ahora mismo acaba de aparecer, y voy directo a las pruebas, un reportaje bajo este título: Michel Joseph Martelly, el expresidente de Haití que estaría aliado con la banda “5 Segonn”, que hace las veces de una tomografía axial de la realidad haitiana.  El reportaje se refiere a otro más importante aparecido en el New York Times, donde la demostración de los vínculos de ese Expresidente con la temible banda “5 Segonn” es demoledora.  Pero no sólo eso; en una obra importantísima como “El G9 de las Mafias del Mundo”, apoyándose su autor en un Informe del Observatorio Mundial de Drogas, concluía diciendo que el derrocamiento de Aristide no había sido otra cosa que una lucha entre los carteles de la droga.

Lo cierto es que da grima leer ahora el reportaje sobre Martelly y tener que oir al Consejo de Transición Democrática que está procediendo a organizar un Consejo de Seguridad, con su presidencia giratoria y promesas de nuevo Primer Ministro y de resucitación de las instituciones muertas.

La verdad de a puño es que ahí no habrá solución verdadera si no es al través de un Fideicomiso, aunque fuera virtual, porque sé bien que en Naciones Unidas es pecado mortal hablar de ello, en el cual participaran las 5 Naciones que verdaderamente están detrás del espacio geopolítico, Estados Unidos, Rusia, China, Canadá y Francia, invirtiendo los recursos multimillonarios necesarios, pero manejados por una burocracia eficaz y probada, trabajando en la recuperación de los suelos, en la formación de maestros, médicos, hospitales y escuelas, durante un período de por lo menos 10 años, que permitiera forjar una nueva generación sana y correcta de hijos de esa tierra que se pudieran encargar de evitar el regreso a esa desdicha del caos que ya hemos visto en sus dimensiones más tenebrosas.

Ahora bien, el diseño Obama es penetrante y sabio como su autor.  Así lo he dicho muchas veces, pero desafortunadamente pésimo para el Este de la Isla de Santo Domingo, donde ha habido progreso, paz, libertad e independencia, con sus luces y sus sombras, ciertamente.

El momento se presta para enfatizar las diferencias y enfrentar  las concepciones tremendas que parecen aferradas a que la solución de la tragedia de Haití sólo se evitaría generando la otra tragedia, es decir, la fusión con la República Dominicana, aunque ésta se pierda irremisiblemente, como han programado sus cálculos sombríos.

Luis Abinader y Leonel Fernández, que preparen sus garrochas de coraje y de patriotismo para salvar esas vallas perversas que se han visto claramente tendidas en un horizonte muy incierto.

Mis preguntas se imponen por razones de espacio: ¿Creen ustedes que mi alarma es excesiva y desacertada?  ¿Han podido ustedes medir con lo poco que he servido algunas de las dimensiones terribles de las tragedias posibles?  En todo caso, cierro mi entrega con mi profunda adhesión a la fe de que Dios está al mando y no nos dejará sucumbir en esa vorágine.

Post Data:  Ya había terminado la entrega, cuando llegó la noticia de los espantosos asesinatos de tres misioneros norteamericanos, dos de ellos una pareja de esposos muy jóvenes, hijos de un legislador Republicano.  Ésto es un signo terrible, porque ocurre sólo horas después de las amenazantes expresiones del Presidente de Kenia de que “venía a aplastar las Pandillas con sus ejércitos africanos”.  Un mensaje dolorosísimo que sólo puede revelar dos cosas: Bien, que se trata de un desafío insolente para ayudar a la desestabilización de ese gobierno que ha tenido tantas dificultades para poder acreditar la iniciativa de venir a esa aventura que él mismo dijera arriesgada y peligrosa de Haití, o también puede ser una señal pavorosa del Narco dominante, de que sigue siendo el hurón mordiente y enfurecido que sabrá pelear acorralado.  Pero, ésta es otra historia.

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