Los días viernes y sábado pasados fueron el umbral silencioso de lo que vendría el domingo 19. Mansos y despejados esos días al grado de que algunos amigos me decían “parecen un jueves y un viernes santo”.  Quiérase o no, sirvieron para revelar un estado del ánimo público que ya en una entrega anterior yo había tratado tildando esa tranquilidad como una reacción colectiva de desencanto; una especie de pausa del pueblo, como si su desánimo sólo sería expresado al momento de votar en este domingo, que fuera a manera de un remanso de paz.

Con los días del umbral cualquier marino viejo podía asumirlo como presagio de tormenta, una calma chicha. Pero no; no fue así.  Amaneció tranquila la mar de urnas y el pueblo se dispuso a opinar con una rara elocuencia; la vocecilla de su voto al caer por las hendijas de las urnas, daba respuestas y lecciones a muchos hombres y sectores prepotentes.

Fue apacible la travesía de los resultados y al día siguiente, como reza el título de esta entrega, se podría decir “nada nuevo bajo el sol”; es eso lo primero que se me ha ocurrido pensar, una normalidad considerable y todo sereno.   ¡Qué bueno que así sea!.

Lo necesitamos en esta coyuntura delicada por la que atravesamos con nuestra soberanía tambaleada por las tramas; dar un ejemplo hacia el mundo de que somos diferentes al caos vecino y ésto, no por alarde vanidoso, sino por un legítimo optimismo acerca de nuestra suerte.

En verdad, cuando se mira para Venezuela, Nicaragua, Cuba y sus extrañas elecciones, al compararlas con las nuestras, podemos sentirnos alegres y satisfechos.  Y ésto no deja de ser en la América Latina, en general, pues son cada vez más traumáticas las experiencias.  Lo de México, por ejemplo, es preocupante; Perú, Ecuador y la propia Colombia, en unos entredichos excitantes; todo muy turbulento y turbio.  Nosotros no, gracias a Dios y a su pueblo.

Es una ventaja cualitativa a aprovechar, ahora que nuestra paz está tan amenazada, incluso, cuando los propios Estados Unidos están dando muestras terribles de aberraciones preelectorales.  La buena mar ha sido para nosotros y cuidarla de los cánceres latentes de los odios, de la opulencia insana, de los desquites fatales, es una misión a cumplir mediante la Unidad Nacional por encima de todas las cosas.

Leonel Fernández ha sido tres veces Presidente; ¿quién como él para recrecer en el plano trascendental de la Soberanía? Su generación va terminando, pero puede animarse a ser un guía interesante de las venideras y eso es fortaleza democrática neta.

Yo que me voy de este mundo iré con la conciencia tranquila porque serví en la manera que pude a mi país y no aspiro a nada más.  Ojalá estos guías de hoy, los verdaderos, no los supuestos, comprendan estas cosas y cedan, siendo muy útiles en las otras modalidades del servicio a la Patria, que es lo único que no resulta negociable.

Las felicitaciones de los dos candidatos perdedores, Abel y Leonel, al Presidente de la República, que ha logrado su reelección, es un magnífico gesto de civismo; sobre todo, porque lo que se libraba era una batalla en unas elecciones subyacentes entre Danilo Medina y Leonel Fernández. Éste ganó ampliamente y casi triplicó la votación del otro, que no era tanto de Abel, sino de su ego soberbio.

Ahora bien, ¿desaparecerá el PLD, como predijo Danilo tantas veces, en tono muy amenazante?  No lo creo.  Pienso que Leonel Fernández podría rescatarlo verdaderamente, quizás en niveles de fusión con la Fuerza del Pueblo.  Quien tendrá que salir, necesariamente, es el incordio de Danilo Medina, con su montón de procesos criminales abiertos y ésto podría ser muy provechoso para los nuevos retos de la República. 

La otra gran lección a dar para ejemplo en el mundo ha sido la forma tan serena y certera del pueblo de ajustar cuentas a aquellos que generaron la terrible pesadilla de una satrapía como proyecto.  Eso vale y hay que retenerlo hacia el futuro como experiencia aleccionadora para los audaces que, al llegar al poder enloquecen tras las riquezas, sin importar la oriundez de los respaldos recibidos, ni tampoco la ilicitud para agenciarse esos estatus patrimoniales desconcertantes.

En el partido de Juan Bosch se alberga todavía mucha gente buena nuestra; tan sólo se le pudrió la cabeza por las inconductas de una cúpula imperdonable y eso nos debe llevar a reflexionar: Si no se hubiera hecho el robo de la Convención de Octubre y se hubiese dejado a Leonel Fernández pasar, ninguna de todas estas cosas siniestras se hubiesen producido.  Asimismo, por qué no decirlo, si Leonel Fernández no hubiera cometido el error de frenar el crecimiento de la Fuerza del Pueblo naciente, al volver hacia atrás sin temerle al pantano, su puntuación electoral hubiera sido largo sobre un 40% y se hubiera hecho necesario ir a segunda vuelta. 

Pero, todo fue tan oscuro y perverso que se tuvo que esperar al domingo 19 para que el pueblo revelara la hondura de su desengaño en un impresionante ajuste de cuentas.  Ha sido una sorpresa para aquellos maestros de emboscadas que lo creyeran inerte y perplejo, incapaz de repudiarles por aquello que cito tantas veces, para repugnarlo: de que el pueblo nuestro “no agradece favores ni guarda rencores”

Eso no es cierto; probado está ya, hasta el hartazgo, con la “visita sorpresa” de su descontento frente a aquellos que le fallaran al  menguar valores esenciales, especialmente en lo relativo a la  inseguridad de conservar su independencia.  Ésto, como cuestión agregada al saqueo, que tiene connotación genocida, porque todos los recursos disipados y apropiados por medios delictivos, pudieron y debieron ser aplicados a necesidades tremendas del pueblo nuestro.  Todo eso es lo que se ha ventilado y dirimido en esta última experiencia.

Hemos llegado a un punto en que el discurso nacional hay que tomarlo con mayor fuerza que nunca y la Unidad conservarla entre nosotros como el único y más alto objetivo conveniente.

Es más, yo llegué, hace tres años, a proponer la creación de una Comisión Plenipotenciaria presidida por Leonel Fernández, nombrada por Luis Abinader, a fin de enfrentar al ACNUR que nos destrozaba e insultaba en un evento interesante celebrado en Noruega. Es decir, mis ideas de unidad no son nuevas, ni nacen hoy como una reacción emocional a cuanto ha ocurrido.  No.  He persistido con intensidad en el ruego de que estos hombres, que el destino ha puesto en condiciones de lidiar con tantos azares, renuncien a los atrevimientos vanidosos de los egos.  La Patria está de por medio y todos debemos ser obedientes a los reclamos de sus necesidades tan evidentes.

Es hora de darle cuerpo y fortaleza al Pacto de Nación, que sería el gran eje, coyuntura en que se deben juntar de verdad las voluntades y se consulten, cuando sea necesario, el Presidente y ese Expresidente tres veces, que ha perdido el invicto de sus batallas electorales, pero que innegablemente ha quedado en una posición interesante.  En fin, unificarse para asombro del mundo sería lo ideal, y él, como cabeza natural y lógica de una oposición política constructiva y edificante, podría recuperar muchos de sus legítimos merecimientos.

Me queda un tema por tratar, que no quiero diferir en ningún caso:  la participación de mi hijo Vinicio como Candidato a Senador del Distrito Nacional y su escasa, pero valiosísima votación de algo más de 7,000 y tantos votos de dominicanos que confiaran en sus mensajes medulares sobre los peligros nacionales. 

He estado moralmente junto a él en todas estas últimas vicisitudes de su vida y me conmueve el parecido que ha asumido con su padre; es decir, grandes verdades de a puño en las manos, mucho patriotismo y baja votación.  La misma que el padre obtuviera a escala nacional dos veces, siendo candidato presidencial, que lejos de deprimirlo lo animaran a redoblar sus esfuerzos por causas muy sensibles de la Patria nuestra.

Pero, especialmente quiero decir algo que me ha llegado a la mente, como recuerdo:  Una tarde de algún mes del año ´81, participaba en un programa estupendo, como lo era El Gordo de la Semana, por invitación de mi querido amigo y hermano Freddy Beras-Goico, que en paz descansa; y en medio del programa se apareció un niño con su madre, que pidió ser complacido porque quería hablar y entregar algo: era su primera alcancía, con unos pocos pesos, pero al entregarla dijo algo que nos conmovió a todos, especialmente a Freddy, que tenía esas lágrimas magníficas de su sensibilidad tan cercanas.

Dijo el niño:  “Yo quiero entregarle este regalo a la Fuerza Nacional Pobrecita; no Progresista, sino Pobrecita”.  Freddy, inolvidable para todos, se fue en elogios acerca de nuestra pobreza como partido.  Habló de que éramos, como prometimos, una fuerza de testimonio, más que electoral, capaz de terciar en los temas más importantes de la República, de censurar todo aquello que atentara contra la seguridad individual y pública, especialmente el crimen del tráfico de la droga; habló de la adicción que enfermaría a la sociedad nuestra, según su querido amigo Marino Vinicio venía “predicando en el desierto”.

Esta digresión me sirve de mucho para admirar a mi hijo Vinicio y advertir a nuestro pueblo que más vale detestar “a los más votados” muchas veces que tercian en tantas estrafalarias aspiraciones de sentarse al banquete del Poder; que es preferible fijar la atención siempre en aquellos que prefieren permanecer muy pequeños en el número, como dijera el Prócer Juan Bosch, “pero grandes en el patriotismo y en la defensa de los intereses fundamentales del pueblo”.

Ese ha sido nuestro destino, luchar “a manos peladas”, sin otro recurso que la dignidad de nuestra pobreza, invocando verdades; porque así se le sirve mejor a la Patria.  Por ello saludo y agradezco a los 7,000 y tantos “guerreros” que dieran sus votos al candidato nuestro, Vinicio, porque de algo se puede estar seguro: ¿Quién nos detiene, o nos compra y atemoriza, para dejar de servir la causa nacional?  Tal es nuestra marca y a mucha honra.

Como se ve, “nada nuevo bajo el sol”; siguen las carencias de las mayorías y parecen mejorar los esfuerzos del actual guía, que es el Presidente de la República, cuyo reconocimiento no hay manera de separarlo de la confianza puesta en él por sus actitudes frente a ese panorama que se espesa en el Oeste de nuestra Isla: África que viene con sus ejércitos a “pacificar y organizar”, según se alega, mientras el caos luce ser impenitente.  Que Dios nos ampare en todos los giros que tendremos que dar para nuestra sagrada defensa.

Mi única pregunta de hoy: ¿Estaremos realmente favorecidos por la comprensión de esos dos hombres claves, Luis Abinader y Leonel Fernández, de las magnitudes de los retos?  Al menos, siento la alegría del bello gesto de la felicitación ofrecida por uno al otro.  Un buen augurio, no hay dudas, que ojalá no perezca.  Nuestro Señor está al mando y mi confianza en que su Mano no nos abandonaría a nuestra suerte, es inconmovible.

Leave a comment